lunes, 21 de noviembre de 2011

Otro relincho






Otro relincho.

La luna muerta...
España  muerta.
¿Quién ha dicho que ya no es hora de llorar?
¿Quién ha dicho que se han secado ya todas las lágrimas?
Vamos a llorar,
Rocinante, vamos a llorar.
Vamos a llorar...
Vamos a llorar.

Vamos a llorar ahora tú y yo juntos,
que tú también sabes llorar
y tu relincho es plañido, también
lamento rabioso, y delirante
Llanto.
Llanto es.
Llanto doloroso es.
¿Por qué lloras, Rocinante
por quién lloras?

Y tú, ¿por qué lloras y por quién lloras, León Felipe?

sábado, 6 de marzo de 2010

Nanas de la Cebolla



Nanas de la cebolla

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla

se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar
cebolla y hambre.

Una mujer morena
Resuelta en luna
se derrama, hilo a hilo,
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te traigo la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa

ríete mucho,

que es la risa en tus ojos

la luz del mundo.
Ríete tanto,

que mi alma al oírte

bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.

Soledades me quita,
cárcel me arranca.

Boca que vuela,

corazón que en tus ojos

relampaguea.
Es tu risa la espada

más victoriosa,

vencedor de las flores

y las alondras.

Rival del sol.

Porvenir de mis huesos

y de mi amor.


Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne es el cielo
recién nacido.
Si yo pudiera

remontarme al origen
de tu carrera.

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.

Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo

buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa

ni lo que ocurre.

Miguel Hernández

CANCIÓN ÚLTIMA



Canción última


Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa
con su ruidosa cama.

Florecerán los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.

Será la garra suave

Dejadme la esperanza.

miércoles, 3 de junio de 2009

La calle y la esperanza

Maruja Torres y sus premios






Seguro que muchos de ustedes ya se han fijado en esto: en Barcelona se da un caso único entre todas las ciudades del mundo: hay cuatro ganadores de un gran premio literario, el Planeta, concentrados en apenas 500 metros. Si me permiten citarme a mí mismo, nací junto al Paralelo, muy cerca del teatro Cómico, las piernas de sus vedettes y todos los sueños de purpurina; en la calle de la Cera, muy cerca de la plaza del Padrò, había nacido Vázquez Montalbán, al lado de un cine barato donde los chavales fabricaban sueños low cost, tanto que esos sueños nacían en sábado por la tarde y morían el sábado por la noche. Un poco más allá, rozando ya el milagro, otros dos Planeta eran vecinos y amigos: Maruja Torres y Terenci Moix. Maruja fabricó su vida de escritora entre los cristales de los bares que en su niñez veía desde la calle y los anuncios del cine Goya, y Terenci la fue encontrando en los pasos perdidos que llevaban a la desventura del Peso de la Paja.



Allí, envolviendo a los cuatro, estaba el viejo barrio donde todas las cosas eran verdad, aunque no sea siempre grata. Estaba, ante todo, la pequeña patria: Vázquez Montalbán dijo una vez que la verdadera patria está en la pared sobre la cual has orinado de niño. Estaba también la realidad de los días, la de los hombres que no tenían derecho a un futuro y, peor aún, la de las mujeres que no tenían ni derecho a un pasado. Estaba el mercado de libros viejos de Sant Antoni, que era otra entrañable fábrica de sueños, aunque muchos de ellos ya nacieran muertos. Estaba el decrépito cine Rondas, donde con la entrada los futuros escritores compraban el derecho a imaginar un mundo mejor, o al menos otro posible. Estaba la única moneda con la que los escritores podían comprar su mundo futuro: hecha con pedacitos de esperanza.





Maruja Torres, además del Planeta, ha ganado el Nadal, o sea, ha ido ahorrando una a una las monedas necesarias para comprar la fe en sí misma. Maruja las ha necesitado porque nadie le ha regalado nada. La infancia no le dio más que una calle recta, una ventana gris y una mirada que, sin embargo, taladraba el aire. La juventud no le regaló más que una belleza directa y agresiva y una serie de empleos subalternos no ya de mileurista sino de milpesetista. Esa juventud y esos empleos la hicieron ser convenientemente acosada por los poderosos fácticos. Maruja fue allí auténtica pionera en la defensa de la mujer, su verdad, su lucha y su independencia.


Fue pionera también en el periodismo sufrido, el de la calle y sus verdades, el de las empresas que no se sabría si tendrían dinero para pagar a fin de mes. Fabricó para sí misma un lenguaje directo, valiente, y logró -porque era el lenguaje de la verdad- que lo entendieran y amaran millones de lectores. Maruja, al condenarse a la soledad de la escritura, ha renunciado a muchas cosas, excepto a su autenticidad y su mirada que sigue taladrando el aire.





Hace muchos años, cuando el Nadal se daba en el Café Suizo y apenas reunía a 20 personas, un escritor-niño de 19 años se encontró tal noche como la de ayer con Josep Pla, quien le preguntó con su estilo socarrón: "¿Qué, joven? ¿Se presenta hacia la gloria?". Por supuesto, el jovencito no consiguió gloria alguna, pero si hoy Pla viviera le diría a Maruja en el viejo café, sin interrogante alguno: "Hacia la gloria".





FRANCISCO GONZÁLEZ LEDESMA . El País, 07/01/2009

sábado, 23 de mayo de 2009

Desde la otra orilla

Mario Benedetti.


In memoriam


Táctica y estrategia


Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos.


Mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible.


Mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos.


Mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos.
Mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple.


Mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.

lunes, 16 de marzo de 2009

La Colmena




Doña Rosa.




Doña Rosa va y viene por entre las mesas del café, tropezando a los clientes con su enorme trasero. Doña Rosa dice con frecuencia leñe y nos ha merengao (1). Para doña Rosa, el mundo es su café, y alrededor de su café, todo lo demás. Hay quien dice que a doña Rosa le brillan los ojillos cuando viene la primavera y las muchachas empiezan a andar de manga corta. Yo creo que todo eso son habladurías: doña Rosa no hubiera soltado jamás un buen amadeo de plata (2) por nada de este mundo. Ni con primavera ni sin ella. A doña Rosa lo que le gusta es arrastrar sus arrobas, sin más ni más, por entre las mesas. Fuma tabaco de noventa (3), cuando está a solas, y bebe ojén (4), buenas copas de ojén, desde que se levanta hasta que se acuesta. Después tose y sonríe. Cuando está de buenas, se sienta en la cocina, en una banqueta baja, y lee novelas y folletines, cuanto más sangrientos, mejor: todo alimenta. Entonces le gasta bromas a la gente y les cuenta el crimen de la calle de Bordadores o el del expreso de Andalucía (5).
-El padre de Navarrete, que era amigo del General Don Miguel Primo de Rivera, lo fue a ver, se plantó de rodillas y le dijo: mi general, indulte usted a mi hijo, por amor de Dios; y Don Miguel, aunque tenía un corazón de oro, le respondió: Me es imposible amigo Navarrete; su hijo tiene que expiar sus culpas en el garrote.
¡Qué tíos! –piensa-, ¡hay que tener riñones! Doña Rosa tiene la cara llena de manchas, parece que está siempre mudando la piel como un lagarto. Cuando está pensativa, se distrae y saca virutas de la cara, largas a veces como tiras de serpentinas. Después vuelve a la realidad y se pasea otra vez, para arriba y par abajo, sonriendo a los clientes a los que odia en el fondo, con sus dientecillos renegridos, llenos de basura.








Camilo José Cela. La Colmena

lunes, 9 de marzo de 2009

Consejos Inútiles






Instrucciones


para subir una escalera



Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se situó un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
Llegando en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso









Julio Cortázar