Violencia de Género
Esta semana se ha celebrado el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Afortunadamente, mucho han cambiado las leyes en España desde que en 1962 se tipificó aquella que condenaba al destierro y no a prisión al marido que, tras descubrir a su mujer en adulterio con otra persona, mataba o causaba lesiones graves a cualquiera de los dos; de no existir muerte, la adúltera podía ser condenada con penas de hasta seis años de cárcel, mientras que el marido quedaba impune del delito de adulterio siempre y cuando no tuviera a la amante dentro de la casa conyugal o en un indiscreto nidito de amor. Esto se puede traducir en que el marido poseía sobre la mujer el derecho de propiedad y, lo que es más grave, el derecho de vida, de tal manera que la expresión “La maté porque era mía” estaba amparada por la ley y la sociedad españolas de hace tan solo treinta años. En 1979 quedó derogado este disparate legislativo, pero hubo que esperar hasta 1989 para que fueran penalizados los malos tratos en el ámbito familiar. Quizás por esto, por centrarse en los malos tratos dentro del hogar, la primera denominación que se utilizó fue la de violencia doméstica, a la que después se le añadió o por razón de sexo para incluir aquellos casos de violencia contra la mujer acontecidos fuera del ámbito familiar. Por este motivo, no tardaron en aparecer otras fórmulas como violencia sexista o violencia machista.
Con todo, la expresión lingüística que actualmente está cobrando más fuerza es la de violencia de género (traducción de la inglesa gender violence, difundida a raíz del Congreso sobre la Mujer celebrado en Pekín en 1993), y esto se debe a que, lenta pero decididamente, están saliendo a la luz pública casos de maltratos contra el hombre y, así, con esta denominación se incluyen todos los delitos de violencia ya sea contra miembros del género masculino o del femenino, al margen de su orientación sexual. Me parece trágica y lamentable la realidad social del número creciente de mujeres asesinadas o maltratadas por sus parejas; son datos más propios de un país incivilizado, tercermundista y subdesarrollado a pesar de la legislación vigente. Pero sería un acto de justicia e igualdad que se castigara con la misma dureza esta violencia ejercida contra una persona al margen de su sexo. No hace mucho fue condenada una mujer que amenazaba a su marido con un cuchillo de cocina cada vez que se enfadaba con él, y grabó los maltratos con cámara oculta para que no cupiera duda alguna. Otro marido, convaleciente de un cáncer, despreciado por su familia y con minusvalía, ha conseguido llevar a los tribunales el maltrato psicológico que le infligía su mujer a base de insultos, de menosprecios e injurias graves, de amenazas de abandonarlo y quedarse con todo, y, por si fuera poco, la susodicha aderezaba el cotarro con coqueteos con un compañero de oficina. Sin embargo, hay muchos hombres que no se atreven a denunciar por no ser blanco de burlas y porque la ley no les ampara como a la mujer en lo que se refiere a bienes y a la custodia de los hijos.
Si realmente deseamos ser un país moderno y abanderado de la justicia y de la igualdad, nuestras leyes deben ser aplicadas con el mismo rasero e independientemente de su sexo a todos aquellos que cometan violencia de género, que es, hoy por hoy, uno de los últimos cánceres sociales que quedan por erradicar.
Con todo, la expresión lingüística que actualmente está cobrando más fuerza es la de violencia de género (traducción de la inglesa gender violence, difundida a raíz del Congreso sobre la Mujer celebrado en Pekín en 1993), y esto se debe a que, lenta pero decididamente, están saliendo a la luz pública casos de maltratos contra el hombre y, así, con esta denominación se incluyen todos los delitos de violencia ya sea contra miembros del género masculino o del femenino, al margen de su orientación sexual. Me parece trágica y lamentable la realidad social del número creciente de mujeres asesinadas o maltratadas por sus parejas; son datos más propios de un país incivilizado, tercermundista y subdesarrollado a pesar de la legislación vigente. Pero sería un acto de justicia e igualdad que se castigara con la misma dureza esta violencia ejercida contra una persona al margen de su sexo. No hace mucho fue condenada una mujer que amenazaba a su marido con un cuchillo de cocina cada vez que se enfadaba con él, y grabó los maltratos con cámara oculta para que no cupiera duda alguna. Otro marido, convaleciente de un cáncer, despreciado por su familia y con minusvalía, ha conseguido llevar a los tribunales el maltrato psicológico que le infligía su mujer a base de insultos, de menosprecios e injurias graves, de amenazas de abandonarlo y quedarse con todo, y, por si fuera poco, la susodicha aderezaba el cotarro con coqueteos con un compañero de oficina. Sin embargo, hay muchos hombres que no se atreven a denunciar por no ser blanco de burlas y porque la ley no les ampara como a la mujer en lo que se refiere a bienes y a la custodia de los hijos.
Si realmente deseamos ser un país moderno y abanderado de la justicia y de la igualdad, nuestras leyes deben ser aplicadas con el mismo rasero e independientemente de su sexo a todos aquellos que cometan violencia de género, que es, hoy por hoy, uno de los últimos cánceres sociales que quedan por erradicar.
José Juan Morcillo Pérez
27/1172008
wordpres.com
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