miércoles, 11 de junio de 2008

Por tierras de la Mancha




Y salimos. La venta está situada a la salida del pueblo; casi las postreras casas tocan con ella. Mas yo estoy hablando como si realmente la tal venta existiese, y la tal venta, amigo lector, no existe. Hay, sí, un gran rellano en que crecen plantas silvestres. Cuando nosotros llegamos ya el sol llena con sus luces doradas la campiña. Yo examino el solar donde estaba la venta; todavía se conserva, a trechos, el menudo empedrado del patio; un hoyo angosto indica lo que perdura del pozo; otro hoyo más amplio marca la entrada de la cueva o bodega. Y permanecen en pie, en el fondo, agrietadas, cuarteadas, cuatro paredes rojizas, que forman un espacio cuadrilongo, sin techo, restos del antiguo pajar. Esta venta era anchurosa, inmensa; hoy el solar mide más de ciento sesenta metros cuadrados. Colocada en lo alto del puerto, besando la ancha vía, sus patios, sus cuartos, su zaguán, su cocina estarían a todas horas rebosantes de pasajeros de todas clases y condiciones; a una banda del Puerto se abre la tierra de Toledo; a otra, la región de La Mancha.
El ancho camino iba recto desde Argamasilla hasta la venta. El mismo pueblo de Argamasilla era frecuentado de día y de noche por los viandantes que marchaban a una parte y a otra. «Es pueblo pasajero -dicen en 1575 los vecinos en su informe a Felipe II-; es pueblo pasajero y que está en el camino real que va de Valencia y Murcia y Almansa y Yecla». ¿Se comprende cómo Don Quijote, retirado en un pueblecillo modesto, pudo allegar, sin salir de él, todo el caudal de sus libros de caballerías? ¿No proporcionarían tales libros al buen hidalgo gentes de humor que pasaban de Madrid o de Valencia y que acaso se desahogarían de la fatiga del viaje charlando un rato amenamente con este caballero fantaseador? Y, ¿no le dejarían gustosos, como recuerdo, a cambio de sus razones bizarras un libro de Amadís o de Tirante el Blanco?
¡Y cuánta casta de pintorescos tipos de gentes varias, de sujetos miserables y altos no debió de encontrar Cervantes en esta venta de Puerto Lápiche en las veces innumerables que en ella se detuvo! ¿No iba a cada momento de su amada tierra manchega a las regiones de Toledo? ¿No tenía en el pueblo toledano de Esquivias sus amores? ¿No descansaría en esta venta, veces y veces, entre pícaros, mozas del partido, cuadrilleros, gitanos, oidores, soldados, clérigos, mercaderes, titiriteros trashumantes, actores?
Yo pienso en todo esto mientras camino, abstraído, por el ancho ámbito que fue patio de la posada; aquí veló Don Quijote sus armas una noche de luna.

-Señor Azorín, ¿qué le parece a usted? -me pregunta don José Antonio.
-Está muy bien, don José Antonio -contesto yo.

Ya la neblina que velaba la lejana llanura se ha disipado. Enfrente de la venta destaca, a dos pasos, negruzca, con hileras de olivos en sus faldas, una montaña; detrás, aparece otro monte. Son las dos murallas del puerto. Ha llegado la hora de partir. Don José Antonio me acompaña un momento por la carretera adelante; él está enfermo; él tiene un cruelísimo y pertinaz achaque; él sabe que no se ha de curar; los dolores atroces han ido poco a poco purificando su carácter; toda su vida está hoy en sus ojos y en su sonrisa. Nos hemos despedido; acaso yo no ponga de nuevo mis pies en estos sitios. Y yo he columbrado a lo lejos, en la blancura de la carretera, cómo desaparecía este buen amigo de una hora, a quien no veré más...


Azorín. La Ruta de Don Quijote.

2 comentarios:

SERKUNK dijo...

Lean esto. Dedicado a los que llevan las riendas de nuestro futuro.

http://www.xlsemanal.com/web/firma.php?id_firma=5150&id_edicion=2687

ADM dijo...

Por una vez y sin que sirva de precedente, creo que el Sr. Pérez-Revere, a quien trataré de usted con el respeto debido, tiene algo de razón, bastante razón, aunque a lo peor no toda la razón, o no tasnta como descaro y osadía.
Creo que ha olvidado que son-fueron- esos políticos, casi los mismos y las mismas que él menciona, los que le han permitido, quién sabe por qué, poder encontrarse un día, qué le vamos a hacer, con ZP en el seno de la docta casa, perdón, Docta Casa.
Rezaré un confiteor ante el altar mayor de la Iglesia de Los Jerónimos cuando vaya de visita a Madrid.
Gracias, Manu, por el enlace